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Pasan las semanas y las bombas siguen cayendo sobre Ucrania. Desde el pasado mes de marzo cientos de ciudadanos del país, la mayoría mujeres y niños, se refugian en A Coruña de la invasión rusa. Con el tiempo han ido superando el shock y el vuelco en sus vidas de un instante para otro para ir dejando atrás el horror de la guerra entre la continua preocupación por los que se han quedado allí y el proceso de adaptación a su nueva realidad aquí. En esa transición, el deporte está teniendo un papel fundamental, sobre todo para los más pequeños. Porque el idioma es la principal barrera con la que se están encontrando. La mayoría apenas habla castellano. Algunos chapurrean inglés. Pero la práctica deportiva, además de todos los beneficios que ya de por sí conlleva, tiene un lenguaje universal en el que no hacen falta palabras. Algo que hace de ella una válvula para el olvido y una herramienta poderosa de aprendizaje e integración en la que son los propios compañeros los encargados de enseñarles y hacerles sentir como en casa.

Hace unos meses recibimos una llamada en donde nos preguntaron si estábamos interesados en dar una actividad de patinaje a niñ@s refugiados de la Ucrania. Nuestra respuesta fue clara, SI, por supuesto. Si existe un pilar fundamental en la filosofía del club es la de mejorar la vida de las personas a través del patinaje.

Iniciamos actividad en los soportales de María Pita, para esos primeros días donde los peques aprendieran ayudándonos de la traductora Anna mientras sus madres observaban cada detalle y de vez en cuando echar una mano. La verdad es que han sido una de las clases que más he disfrutado, era diferente, era una energía brutal la que desprendían la sonrisa de esas niñas de Mariupol. Bendita inocencia.

Después de unas semanas era hora de incluirlos en nuestras escuelas, como uno más, algo que ha sido muy positivo por la buena acogida, que a veces incluso hay que frenar las ganas de los compañeros en ayudar, con esa curiosidad gatuna a la vez que inocente e infrenable de los más pequeños hacia todo lo nuevo. “Hay algunos de nuestro alumnos que se han aprendido a decir “¿Quieres ser mi amigo?” para preguntarles”, bromea Iván Rama, presidente del Galicia Rollers.

Ahora estamos con clases de iniciación al patinaje y con la Escuela de Familias en el pabellón de Elviña I con personas que han llegado a través de los servicios sociales del Concello y estamos esperando que en las próximas semanas se unan varios grupos más enviados por la Cruz Roja. En su caso, tienen una ayuda fundamental porque una amiga del club, de nacionalidad rusa, se pasa por las clases para ayudar con las traducciones cuando la barrera del idioma se erige como un muro imposible de superar.